3. Intercambio de miradas

 

 Visitantes en la Feria de ARCO, Madrid | de manuleica en Flickr bajo CC

 

La obra de arte -a pesar de considerarse en muchos casos como una mercancía-  no es un objeto inanimado, es un organismo vivo que evoluciona, envejece y hasta puede desaparecer (formas  de arte efímero)  pero siempre va a pedir tu participación. Necesita el diálogo permanente. La mirada que dirigimos al arte no es un simple ejercicio visual, es una madeja de relaciones donde hay intercambio de informaciones, reflexiones, sensaciones y emociones entre creadores y expectadores. Este intercambio mantiene la obra viva, condiciona en cada época y en cada lugar la consideración de que goza, reactiva su "aura", aquello por lo que ciertas obras "brillan" en el tiempo y ejercen esa fascinación atemporal de encontrarnos ante un momento irrepetible y único, como podríamos sentir si llegáramos a ver las pinturas originales de Altamira, no su réplica (perfecta,  pero "réplica" a fin de cuentas)

 

El enriquecimiento es mutuo. La calidad de la obra exige la calidad de las miradas, cuantas más creativas y diversas, mejor. Sin embargo, a veces sucede que haya obras que por una u otra razón dejan de mirarse y se apagan lentamente en el olvido. Otras, recien creadas (como le pasó a los impresionistas, a Van Gogh, Cezanne y a tantos otros) a pesar de verse "expuestas" en los salones, su público del momento no las veía porque aún no tenía el "acostumbramiento". Es como cuando entras de la calle en una habitación oscura, tardas un tiempo en habituarte pero lentamente vas viendo en la oscuridad.

Las primeras exposiciones de los impresionistas provocaron en la prensa y en el público de la época una burla generalizada. Cuando Matisse y otros pintores "fauves" asombraban al público con sus audacias cromáticas, los críticos hacían burlas escribiendo en sus crónicas cosas como "Donatello entre las fieras", en alusión a que en uno de aquellos salones oficiales de pintura coincidieron un escultor de los llamados "académicos" con varias obras "fauves" (fieras, en francés). De ese escultor ya nadie se acuerda, pero sí de Matisse o Derain. Lo que en un momento fue considerado una burla ("Fauve") ha pasado a ser con el tiempo, el nombre con el que se conocen a los integrantes de unos de los más innovadores movimientos artísticos de inicios del siglo XX: el fauvismo. Cosas del destino tan inexplicables como el caso de aquellas otras obras que resplandecen y alcanzan el éxito nada más acabadas, pero que poco después se esfuman en la indiferencia o en el rechazo. Con o sin razón, las obras académicas de finales del siglo XIX han sufrido este revés.

Curiosidad

 


 

En la web del Museo Thyssen-Bornemisza  hay un juego para niños y jóvenes titulado precisamente "El misterio de las miradas", donde se deben descubrir ciertas obras  escondidas en un museo virtual mediante pistas y un detalle de cada obra,  normalmente ojos de personajes que aparecen en dichas obras.