1. De la tridimensionalidad a la bidimensionalidad

 
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El entorno natural del hombre es tridimensional, todo lo que percibe es información obtenida por los sentidos procedente de dicho entorno. Las características físicas del hombre están adaptadas para desarrollarse y sobrevivir en un mundo tridimensional.

Podemos suponer, que el hombre primitivo debió fijarse en las formas y diseños de plantas y animales como requisito para su supervivencia. Quizás entonces, de alguna manera empezamos a sentir la necesidad de pensar en una superficie bidimensional, una superficie conformada por determinados colores, texturas y formas que permitía reconocer a los animales por tan solo el diseño de su piel. Observarían las pieles con las que se vestían, los dibujos en las cebras, en los leopardos, o en jirafas que bien pueden disponerse determinando espacios "planos". Quizás fue así como aprendimos de la naturaleza a organizar un espacio plano, pues de igual modo, el hombre decoró su piel y sus herramientas, para distinguirse unos de otros.

No es de extrañar que a alguien se le ocurriese pintar en una caverna, pues como vemos, la naturaleza misma nos ofrece formas y dibujos en superficies de árboles, animales, plantas, etc. que son sencillamente hermosos. Lo verdaderamente raro hubiese sido lo contrario, que no se le hubiese ocurrido pintar en la arena, en las cuevas o en la piel. La naturaleza nos deja colores, soportes y modelos, del mismo modo que podemos ofrecer unos lápices de colores y unos papeles a un niño pequeño, tarde o temprano la curiosidad natural del niño hará que realice unos garabatos por el mero placer de dejar la huella de estos materiales en el soporte.

Las pinturas rupestres son verdaderamente hermosas y sorprendentes, pero la importancia de estas primeras pinturas del hombre radica en que son las primeras huellas de un hombre "inteligente", que comprende y es capaz de realizar acciones mentales abstractas. Pintar es un acto de abstracción, un acto procedente de un ser racional, que en este caso es capaz de convertir unas líneas y unas manchas en un aparente caballo o bisonte.

Asistimos a la invención de un espacio nuevo, un espacio bidimensional donde el hombre representará, ideas, sentimientos, realidades e invenciones; un espacio, en definitiva, maravilloso.