1.1. El original y la copia

Muchos  artefactos  han tenido en el transcurso de la historia cierto valor emocional, científico, religioso, etc.  Cuando ha sido posible, dichos artefactos se han copiado a mano. Ocurrió con los manuscritos, códices y tratados científicos o literarios más importantes,  que merced a la importante  figura del copista, fueron pasando de generación en generación y de unas fronteras a otras. Muchos de estos manuscritos iban ilustrados con dibujos. Algunos grandes artistas -por encargo de sus mecenas del Renacimiento-  como  Sandro Botticelli  ilustraron  obras importantes de la literatura como la Divina Comedia de Dante Alighieri, como también hicieran otros artistas con El Quijote, por ejemplo. En el siguiente vídeo puedes ver una selección de sus ilustraciones, donde podrás apreciar las grandes dotes dibujísticas de este pintor renacentista. 

 

 

 Especialmente importante fue la labor del copista durante la Edad Media hasta la llegada del invento de Gutemberg, la imprenta. Muchos monasterios se convirtieron en los feudos de los copistas e "iluminadores", que eran quienes se encargaban de  ilustrar con  dibujos  los textos de los llamados "códices". De hecho,  la expresión "miniatura" deriva precisamente del latín "miniare" que alude a la acción de  "miniar" o aplicar el minio, una laca bermellón que se usaba para colorear las ilustraciones. La mayor parte de dichos códices eran interpretaciones y revisiones  de  ciertos textos  de la Biblia, como el Apocalipsis. En este video documental  sobre los llamados "Beatos de Liébana" puedes ver algunos de estos manuscritos con  imágenes y recreaciones cinematográficas (de la conocida novela de Umberto Eco "El nombre de la rosa")  sobre la vida de los copistas en los monasterios del Medievo, los materiales y pigmentos que se utilizaban, etc.

 


El nuevo rol del artista

 

Taller de artista en el siglo XVITaller del artista siglo XVI
Archivo de iedaprofesores en Flickr bajo CC

 

El gran problema de las obras de arte fue siempre el hecho de ser "hijas únicas". Por eso, su posesión y disfrute se reservaba a cierta élite que podía permitirse el lujo de encargársela al artista. Evidentemente, dicha élite la formaban los reyes, eclesiásticos y personajes de la alta clase política o nobiliaria. Muchos artistas vivían de dichos encargos y tenían sus llamadas "botegas" o talleres con un equipo de varios aprendices que se iniciaban (a cambio de pensión y comida) en el oficio de pintor. Dichos aprendices elaboraban los pigmentos, imprimían las telas y daban los fondos o partes del cuadro menos relevantes.

 

En la ilustración de la izquierda puedes ver un grabado que reproduce precisamente lo que podría ser el taller de un artista renacentista junto a sus discípulos y aprendices. Esta imagen se aleja  mucho del estereotipo del artista solitario. El ser los únicos fabricantes de imágenes del mundo requería cierta infraestructura. Lo más parecido  hoy día  podría ser el taller de un modisto o una agencia de noticias como la CNN. Cada artista en cierta forma tenía su propia "empresa" y asalariados.

Normalmente  el maestro del taller  se encargaba de darle los toques finales e importantes a la obra. Muchas veces, cuando determinada obra tenía éxito se hacían una o varias copias de taller a cargo de los discípulos o aprendices más aventajados.

Dichas copias podían servir tanto como modelos de aprendizaje y proyección del estilo del maestro como de base para otros futuros encargos. Hace poco dio mucho que hablar la aparición entre los fondos del Museo del Prado de una copia original idéntica a La Gioconda, realizada en las mismas fechas y por las mismas manos, es decir, que salió del taller de Leonardo, casi con toda probabilidad de Salay,  uno de sus más aventajados aprendices. Estas copias eran una práctica habitual desde el Renacimiento.

Muchos artistas (o sus aprendices) hicieron después copias de sus mejores obras y a veces, se introducía alguna ligera variante respecto al original, dejando ya entrever a un nuevo artista en ciernes. Las imágenes tenían valor y si alguna tenían éxito, se intentaba copiar o difundir por cualquier artificio o sistema conocido, iniciando el camino de las reproducciones en serie.